
Después de semanas de trabajo intenso, mil tareas en la agenda, correos, reuniones, compromisos familiares y noches con poco descanso… por fin llegan las vacaciones. Cierras el portátil, haces la maleta, te relajas y… ¡zas! Te duele la espalda, tienes el cuello bloqueado, te levantas agotado o incluso te resfrías.
¿Te suena? No es tu imaginación. Tampoco es mala suerte. Es ciencia.
¿Por qué duele justo cuando paramos?
La respuesta es sencilla: porque paramos.
Durante las semanas (o meses) previas a tus vacaciones, tu cuerpo ha estado operando en modo supervivencia. Esto activa una serie de mecanismos fisiológicos diseñados para ayudarte a «aguantar el tirón»:
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Se eleva el cortisol (la hormona del estrés).
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Se apaga temporalmente la percepción del dolor y la inflamación.
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Tu sistema nervioso simpático se activa: músculos tensos, digestión alterada, descanso superficial.
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El sistema inmunitario se bloquea parcialmente.
Todo esto te permite seguir funcionando. Pero cuando por fin paras, el sistema se desactiva de golpe y aparece lo que llevabas tiempo ignorando: el dolor, la fatiga, incluso los virus que tu cuerpo había estado reprimiendo. A esto se le llama rebote parasimpático.
¿Y si además cambias tu rutina?
Dormir más (o menos), comer distinto, pasar horas en el coche o en una tumbona… Todos esos cambios abruptos desequilibran aún más tu sistema nervioso autónomo. Resultado: te sientes peor justo cuando deberías estar descansando.
¿Qué dice la ciencia sobre esto?
La ciencia lleva años explicando este fenómeno. Aquí te dejamos algunos estudios clave:
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McEwen y Stellar (1993): el cuerpo sufre una sobrecarga alostática (el coste fisiológico de estar en alerta constante), que se manifiesta al frenar de golpe: dolor, insomnio, bajada de defensas.
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Segerstrom & Miller (2004): el estrés crónico debilita la inmunidad, lo que explica por qué te resfrías al comenzar tus vacaciones.
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Thayer et al. (2012): existe una relación directa entre el equilibrio del sistema nervioso autónomo (medido por la variabilidad de la frecuencia cardíaca) y los niveles de dolor y fatiga.
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Brosschot et al. (2006): hablan del fenómeno de cognición perseverante: seguimos pensando en el trabajo incluso en reposo, manteniendo activado el sistema simpático.
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Glaser & Kiecolt-Glaser (2005): el estrés mantenido impacta directamente sobre el sistema inmune, aumentando la susceptibilidad a enfermedades al parar.
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